De Gabes a Matmata

Pasee en calesa por el oasis de Gabes, que cuenta con varios cientos de miles de palmeras. A la sombra de los altos árboles crecen numerosos árboles frutales. A principios de verano, admire los granados en flor que en otoño darán frutos rebosantes de zumo azucarado. Recorra las calles tortuosas y los pasadizos cubiertos de barrio del Viejo Menzel. En el colorido mercado de Jana, compre especias y alheña en polvo, planta colorante y medicinal que se cultiva en el oasis. Gabes posee también bellas playas donde retozan multitud de garzas y flamencos rosas. En el interior, antiguos pueblos bereberes pegados a la ladera de las colinas se funden en el paisaje rocoso. Esta región esconde uno de los más asombrosos lugares de Túnez: Matmata, cuyo suelo está perforado por numerosos cráteres excavados en la roca blanda. En realidad son los patios interiores de viviendas trogloditas: los habitantes viven en cámaras subterráneas protegidos de los fuertes calores.

Gran ciudad costera, en Gabes encontrará pescado y marisco cocinados de distintas maneras: salmonete a la plancha, calamares rellenos, guiso de pintarroja con verdura macerada con sal, o pescadito ouzef con ensalada de pimientos. El cordero de los ganaderos nómadas es también muy importante en la cocina del sur. Pruébelo asado o en cuscús. Si acude a Gabes en otoño, aproveche para probar las granadas del oasis. Como los restaurantes turísticos son escasos en la región de Gabes, podrá comer en los hoteles. En caso contrario, elija los pequeños restaurantes que sirven una cocina sencilla y típica, aunque por lo general nada de alcohol.

Excepcional por su ubicación al borde del mar, el oasis de Gabes se conoce desde la Antigüedad: “Hay en África, en medio del desierto (…) una ciudad llamada Tacapé, cuyo territorio, bien irrigado, es de una milagrosa fertilidad”, escribía Plinio el Viejo. En el siglo XI era “Qabis, gran ciudad rodeada por una muralla de grandes piedras”, según El-Bekri. En Gabes perviven varios monumentos que datan del siglo XVII: mezquitas, mausoleos del santo Sidi Boulbaba y una madrasa hoy transformada en museo de artes y tradiciones populares. En las regiones saharianas vecinas pervive una antiquísima tradición tunecina: las viviendas trogloditas. Por eso, las casas de Matmata están acondicionadas de acuerdo con el plano clásico de las casas tunecinas, un patio central rodeado de habitaciones; aunque éstas son totalmente subterráneas. Otros pueblos, como Tamezret, se enrocan en torno a un pico montañoso y sus casas de piedra se funden con el color de la roca; allí una pequeña mezquita domina un laberinto de callejuelas.