Llamada “la verde”, Túnez nunca está tan bonita como en primavera. La profusión de colores y luces transforma el país y magnifica los paisajes. Es sin duda esa visión la que influyó tanto al pintor Paul Klee durante su viaje a Túnez, en abril de 1914, y la que le hizo pintar sus cuadros más luminosos. Siga el mismo viaje que el pintor: le llevará de Sidi Bou Saïd a Kairuán.
O un circuito por los yacimientos arqueológicos, que nunca están tan hermosos como entre las flores. Amantes de la naturaleza, abandonen las rutas establecidas para pasear por los bosques y las montañas del norte, o visiten en barcos de recreo las numerosas islas que jalonan la costa tunecina. Los cazadores podrán cazar jabalíes en distintas regiones e incluso a las puertas del Sáhara.
Y si prefiere no hacer ningún esfuerzo, déjese mimar en un centro de hidroterapia o un spa en una cura reparadora de los estragos invernales. Adepto al dolce far niente, podrá elegir uno de los muchos complejos del país para jornadas de playa, de buena mesa y animadas veladas. La primavera en Túnez es también el comienzo de la programación de los grandes festivales con Jazz en Cartago, y el regreso de las noches DJ en las discotecas y salas de fiesta de varias ciudades.