En las proximidades de Djerba y Zarzis

Djerba es una invitación a pasear por sus suaves paisajes en armonía con la arquitectura tradicional blanca y de formas redondeadas: viejos pozos, pequeñas mezquitas perdidas en medio del campo, grandes propiedades rurales llamadas menzels… Acuda al parque Djerba Explore para conocer la vida de una finca rural, copiada hasta el más mínimo detalle. Encontrará también una granja de cocodrilos: vea cómo les dan de comer y aprenda a conocer mejor a estos impresionantes reptiles. En Houmt-Souk, pasee por el puerto pesquero, visite el barrio de los funduqs (caravasares) y el mercado cubierto donde se subasta el pescado. No se pierda el pueblo de Erriadh donde podrá visitar una de las sinagogas más antiguas del mundo, la Ghriba, y el museo vivo o de las artes de la calle, Djerbahood – una asombrosa apropiación de la arquitectura tradicional por grafiteros de todo el mundo. En el pueblo de Guellala, visite a los alfareros que fabrican grandes vasijas dignas de la Antigüedad, baje con ellos a un yacimiento de arcilla subterráneo y pruebe el manejo del torno de alfarero.

En la gastronomía de Djerba el pescado y el pulpo recién pescados ocupan un lugar prominente. Lo más entretenido es comprar una dorada en el mercado de Houmt-Souk y degustarla in situ, con una ensalada, en uno de los pequeños restaurantes vecinos cuyo lema es: ¡“Trae tu pescado, te lo aso”! Pruebe también una deliciosa especialidad de Djerba: el arroz cocido al vapor con carne, hígado, perejil, espinacas y hierbas. En torno a los hoteles, numerosos restaurantes le ofrecerán pizzas, marisco y cocina tunecina; también podrá degustar comida italiana o asiática en un hotel. Para una magnífica velada, cene en el puerto con música y bailes tradicionales, coma una carne de calidad asada al fuego de leña en un ambiente acogedor, o saboree un cuscús en un antiguo funduq en Houmt-Souk.

Los cartagineses fundaron en Djerba una gran ciudad llamada Meninx; también construyeron la ruta que une la isla con el continente y que hoy se conoce como Calzada romana. En la Antigüedad se instaló en Djerba una comunidad judía: su sinagoga, la Ghriba, es una de las más antiguas del mundo. Djerba era entonces productora de púrpura, prestigioso colorante extraído de una concha. En la Edad Media, la isla se llenó de pequeñas mezquitas rurales que eran también fortalezas para proteger a sus habitantes en caso de invasión. Los normandos de Sicilia, los aragoneses, después los turcos y los españoles lucharon por hacerse con su control. En el siglo XVI, Djerba era una gran base de corsarios que combatían por el imperio otomano. En el siglo XIX, la abolición de la esclavitud creó en la isla una importante comunidad negra. En esa misma época, muchos malteses y griegos se instalaron allí para practicar la pesca de esponjas; la iglesia maltesa sigue estando en activo en Houmt-Souk.